Oración a San Alejo y al espíritu del odio

Desde tiempos inmemoriales, el ser humano ha recurrido a las entidades espirituales en busca de guía, protección y justicia. Las emociones profundas y los deseos ardientes a menudo nos impulsan a buscar soluciones fuera de nuestro alcance terrenal. Cuando nos sentimos heridos, traicionados o en desesperación, es natural buscar una fuerza superior que pueda entender y abogar por nuestro dolor.

El siguiente encantamiento no es una simple oración; es un grito del corazón, una petición ferviente a las fuerzas que rigen el universo. Es una manifestación de la profundidad del sufrimiento humano y la necesidad de encontrar equilibrio y paz. Aunque algunas religiones y creencias condenan la invocación de fuerzas oscuras, es esencial comprender que, en muchos casos, estos rituales provienen de un lugar de desespero y anhelo por justicia.

 

Oh omnipotente espíritu del odio,

fuerza poderosa y antigua,

que domina el juicio y pensamiento,

hoy te presento esta súplica,

para que actúes sobre [nombre] y [nombre].

 

Permíteme observar su separación,

y que no compartan mesa ni cama,

que su comunicación se vea cortada,

y su amor marchitado como flor en invierno.

 

Así como los vientos poderosos

separan las hojas del árbol,

te invoco para que separes sus caminos.

 

Que uno de ellos sea llevado lejos,

y con tu implacable fuerza,

hagas que el recuerdo de uno

para el otro sea una fuente de rencor,

y desconfianza. Que sus momentos compartidos

se tornen repugnantes y sus encuentros futuros

desagradables, que cada palabra entre ellos

sea una puñalada de desdén y reproche.

 

Espíritu del odio, en mi desesperación,

te pido que observes el daño que me han causado

y actúes a mi favor. Deseo ver con mis propios ojos

cómo su amor se quiebra y se convierte en polvo.

 

Que toda conexión entre [nombre] y [nombre]

se disuelva en el abismo del desprecio.

Invoco a los Santos Ángeles de la Guarda de ambos,

para que infundan en sus corazones un odio mortal

y una desconfianza profunda. Que al recordar el nombre del otro,

solo sientan aversión y desagrado.

 

Que los momentos que alguna vez les brindaron alegría,

ahora sean la causa de su repudio mutuo.

Si sus caminos se cruzan, que no se reconozcan;

si sus voces se escuchan, que no se entiendan;

y que sus palabras solo porten veneno y amargura.

 

Oh, espíritu del camino, guía sus destinos por rutas opuestas.

Separa a [nombre] de [nombre] en este preciso instante,

y que su distanciamiento sea definitivo, permanente e irrevocable.

En este momento de desesperación, te ofrezco esta oración

con fervor y convicción. Como ofrenda y para potenciar mi ruego,

encenderé una vela negra en tu honor,

dejándola consumir hasta el final.

 

Durante nueve días consecutivos, repetiré esta súplica,

esperando que tu influencia se manifieste con resultados inmediatos.

Que así sea, que así se manifieste, y que así perdure.

 

Al concluir esta invocación, es vital reflexionar sobre el poder de nuestras palabras y deseos. El universo, en su infinita sabiduría, tiene maneras misteriosas de responder a nuestras súplicas. A veces, lo que deseamos con fervor puede no ser lo mejor para nosotros o para los demás. Por lo tanto, es esencial actuar con conciencia y discernimiento.

La espiritualidad, en todas sus formas, nos brinda herramientas para navegar por los mares tormentosos de la vida. Sin embargo, es nuestra responsabilidad utilizar estas herramientas con sabiduría y compasión. Debemos recordar siempre que el amor y la comprensión son las fuerzas más potentes del universo. Invocar a los espíritus debe hacerse con respeto, y siempre con el deseo de promover el bien y la armonía en lugar de la discordia y el sufrimiento.

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