Oración a San Alejo para alejar enemigos, envidias y males

En los momentos más oscuros de la vida, cuando la esperanza parece desvanecerse y las dudas invaden nuestro corazón, surge la necesidad imperante de buscar guía y refugio en aquellos santos y figuras divinas que han sido pilares de fe a lo largo de los siglos. Entre ellos, destaca la figura del glorioso San Alejo, un santo que, a lo largo de su vida terrenal, encarnó los valores del amor, la devoción y el sacrificio en nombre del Señor.

Este santo, al que muchos denominan el 'hombre de Dios', no es solo un símbolo de protección contra los males que acechan, sino también un refugio para todas aquellas almas que buscan purificarse y acercarse más a Dios. San Alejo nos recuerda que el poder de la oración y la fe inquebrantable pueden actuar como escudos contra las adversidades, alejando todo aquello que nos perjudica y nos aleja del sendero divino.

Con esta perspectiva, nos adentraremos en una oración especial, dirigida a este guardián de las almas devotas, esperando que sus bendiciones y su intercesión nos guíen, nos protejan y nos llenen de la gracia del Altísimo. Que estas palabras no solo sean un llamado de auxilio, sino también un reconocimiento de su bondad y poder divino.

 

Oh glorioso San Alejo,
llamado con devoción
el hombre de Dios,
ante ti me presento,
con el corazón abierto
y el espíritu humilde.
Reconociendo tu poder,
y facultad especial.

 

Para alejar lo que daña,
desde la tierna infancia,
demostraste ser un faro,
de amor y piedad.
Distribuyendo bendiciones,
entre los necesitados,
aprendiendo de tus padres,
al servir con bondad.

 

No solo tesoros celestes,
en nuestras manos quedan,
sino también purificamos
nuestro ser, nuestra alma.
Limpiando manchas del pecado,
fuiste testamento vivo,
de bondades transformadas,
en gracia y salvación.

 

En momentos de dudas,
acudo a ti con esperanza,
buscando tu protección,
y divina asistencia.
Aleja de mí, bendito seas,
todo lo que lastima mi espíritu,
protege mi sendero,
de malicias y tentaciones.

 

Líbrame de la envidia,
del rencor que se esconde,
de la soledad que oscurece,
mi luz divina interna.
Fiel intercesor, te ruego,
extiende tu manto sagrado,
sobre mi familia y hogar,
y todo lo que me envuelve.

 

Que tus bendiciones sean,
escudo y fortaleza,
contra aquellos que anhelan,
mi caída y tristeza.
Que tu poder supremo,
me resguarde de la adversidad,
aleja a mis enemigos,
rodea de bondad mi morada.

 

Confiando en tu habilidad,
te pido tu protección,
guarda mi hogar y labor,
de peligros y maldiciones.
Que mi vida sea un reflejo,
de tu infinita bondad,
y que otros, al mirarme,
vean la gloria del Señor.

 

Oh San Alejo, guía mis pasos,
acércame a Jesús y María,
con su intercesión divina,
ilumina mi jornada.
En ti confío plenamente,
sabiendo que tu gracia,
aleja todo mal,
y me lleva a la luz celestial.

 

Imploro tu compasión,
no permitas que el dolor,
o cualquier adversidad,
oscurezca mi alma anhelante.
Con tu guía, encuentro refugio,
en la divina presencia,
y en la comunidad ferviente,
que busca la salvación.

 

Bajo el cuidado del Creador,
y la gracia de la Virgen,
concluyo esta plegaria,
anhelando tu protección.
En tu nombre, y el del Señor,
te entrego mi corazón,
esperando tu bendición,
y eterna redención. Amén.

 

El acto de elevar nuestras plegarias al cielo, de buscar refugio en las figuras sagradas, es una manifestación de nuestra fe y nuestro deseo de estar más cerca de Dios. Al recitar esta oración a San Alejo, no solo hemos buscado su protección y guía, sino que también hemos renovado nuestro compromiso con el Señor, reafirmando nuestra devoción y entrega a su divino propósito.

Las palabras que hemos pronunciado no son meras frases; son el eco de nuestras almas que buscan ser escuchadas y protegidas. Cada súplica, cada agradecimiento, refleja nuestra humanidad y nuestra eterna lucha por permanecer en la luz, alejados de las sombras. Es un recordatorio de que no estamos solos en esta travesía; contamos con la intercesión y el amor de santos como San Alejo.

Que esta oración sirva no solo como un bálsamo para nuestras preocupaciones y miedos, sino también como un faro que ilumine nuestro camino. Y que, guiados por la luz de San Alejo y de todas las figuras divinas, sigamos adelante con esperanza, fe y amor en nuestros corazones.

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