Oración a San Alejo para alejar malas personas

En la historia de nuestra fe, encontramos figuras lumínicas que, con su vida y testimonio, nos iluminan el camino hacia la divinidad. Entre esas figuras destaca San Alejo, cuya historia es un reflejo del verdadero compromiso y entrega a la llamada divina. Al leer su relato, somos testigos de cómo un corazón entregado puede superar los límites de lo terrenal y alcanzar una conexión profunda con lo divino.

A medida que nos adentramos en la oración a San Alejo, es esencial que lo hagamos con un espíritu de humildad y apertura. Estas palabras no son simples letras; son un puente entre nuestro ser terrenal y la divinidad. Permitámonos, entonces, ser envueltos por la gracia que emana de este texto, dejando que su mensaje trascendente toque nuestras almas y eleve nuestras peticiones al Creador.

Que cada palabra nos sirva de guía, que cada verso nos inspire a vivir con un propósito más grande. Mientras nos preparamos para adentrarnos en esta oración, que nuestros corazones se sincronicen con el ritmo del amor divino, y que la fe sea el faro que nos guíe en este viaje espiritual.



En la luminosa presencia
del Todopoderoso,
nos presentamos en humildad,
evocando la poderosa intercesión
de San Alejo,
una luminaria de la nobleza romana,
que siguiendo la divina inspiración,
abrazó el llamado del Señor
en la flor de su juventud.
Así como Abraham respondió
al llamado divino.

San Alejo, en su fervorosa fe,
dejó atrás su vida de comodidad y,
al abandonar a su esposa y hogar,
decidió adentrarse
en la pobreza y humildad de Cristo.

Con manos generosas,
repartió sus riquezas entre los necesitados,
optando por una vida de sencillez
y mendicidad,
desapareciendo ante los ojos del mundo
pero resplandeciendo en el corazón de Dios.

 

Oh bienaventurado San Alejo,
tú que fuiste regalado
por las divinas caricias de la Virgen María,
y que optaste por huir
de las alabanzas terrenales,
retornaste al hogar paterno
guiado por la voluntad de Dios,
mostrándonos así la profunda humildad,
la paciencia en el sufrimiento,
y la constancia en la fe.

 

Te imploramos, noble y humilde,
que intercedas por nosotros,
para que seamos librados
de las trampas y malicias
de aquellos que desean nuestro mal.
Haznos invisibles a los ojos de nuestros enemigos,
y, en tu santo nombre,
protege nuestras vidas de cualquier mal.

 

San Alejo, bendito eres,
fuente de fortaleza para los más necesitados.
En tu misericordia, aleja de nosotros
todo sentimiento de venganza,
toda envidia que oscurezca nuestro camino,
y toda maldad que quiera perturbar nuestro espíritu.
Concédenos la sabiduría para comprender
y perdonar a aquellos que nos desean el mal,
y ayúdanos a mantenernos firmes
en la fe y la esperanza.

 

Santo bienaventurado,
te suplicamos que, a través de tus merecimientos
y oraciones, alcancemos del Señor
la virtud de la castidad perfecta,
de la obediencia, del desprendimiento
de las cosas transitorias y la gracia
de vivir como peregrinos en este mundo,
con los ojos fijos en el reino celestial.
Que, cada nuevo amanecer,
sea una ventana de oportunidades divinas,
y que, en cada respiración,
podamos agradecer a Dios por su incesante amor.

 

En tu amoroso refugio, San Alejo,
encomendamos nuestra vida y destino.
Que, a través de tu intercesión,
las malas energías y las personas tóxicas
no tengan poder sobre nosotros,
y que siempre estés a nuestro lado,
cuidándonos y guiándonos hacia la luz divina.
Llena de amor divino a aquellos
que desean hacernos daño, para que,
en lugar de la venganza, encuentren la paz
y el arrepentimiento.

Aleja de nosotros todo lo que pueda interferir
con nuestro propósito divino,
y permítenos contemplar, con gratitud,
cada nuevo día que Dios nos regala.

 

Desde el amanecer de la humanidad,
el Señor ha trazado caminos de redención
y esperanza, enviando a seres lumínicos
como tú, San Alejo, para ser faro
en las tinieblas y refugio en la tempestad.

 

Tú que conoces la dualidad de la existencia,
siendo a la vez noble y humilde, rico y pobre,
casado y puro; eres testimonio vivo
de la transitoriedad de lo terrenal
y de la inmensidad de lo divino.
En tu historia encontramos el anhelo
de cada alma que busca liberarse
de las ataduras mundanas
para abrazar con pasión el divino llamado,
y en tu solemne ejemplo,
descubrimos la verdadera esencia
de la renuncia y la entrega incondicional.

 

En estos tiempos de tribulación y desafío,
donde el estruendo del mundo a menudo ensordece
la voz suave y constante de la divinidad,
te pedimos, San Alejo, que fortalezcas
nuestro espíritu y agudices nuestra intuición.

Que podamos discernir, en medio del ruido,
el susurro celestial que nos guía
hacia la verdad y la rectitud.
Acompaña nuestros pasos, para que,
al igual que tú, podamos caminar
con determinación y propósito,
despojándonos de lo superfluo
y vistiéndonos con la armadura de la fe
y la caridad.

 

Que nuestras acciones reflejen el amor divino
y nuestro ser irradie la luz del Creador,
convirtiéndonos en instrumentos de Su paz
en este mundo. Por todo ello, te suplicamos,
San Alejo, que intercedas por nosotros
y nos ayudes a vivir con el mismo fervor
y compromiso con el que viviste
tu sagrada misión.

 

Por todo esto, en unión con todos los creyentes,
alabamos tu santo nombre y te encomendamos
nuestras vidas, confiando en tu poderosa
intercesión ante el Trono del Altísimo.
En el nombre de Jesucristo, Nuestro Señor,
y bajo la mirada amorosa de la Virgen María,
te presentamos estas súplicas, San Alejo. Amén.


Al concluir nuestra oración a San Alejo, llevemos con nosotros el eco de sus enseñanzas. Su vida nos recuerda la importancia de la renuncia, la humildad y la entrega total a la voluntad divina. Al igual que él, estamos llamados a ser luces en este mundo, a reflejar el amor de Dios en cada acto y a caminar con determinación hacia nuestro propósito celestial.

El poder de la oración es innegable. A través de ella, conectamos con la divinidad, elevamos nuestras almas y fortalecemos nuestra fe. Que esta oración no solo sea un acto de devoción, sino también una guía diaria, un recordatorio constante de nuestra misión y un refugio en los momentos de duda o desesperación.

San Alejo, con su vida y legado, permanece como un faro para todos nosotros. Sigamos su ejemplo, dejémonos inspirar por su amor inquebrantable a Dios y aspiremos a vivir con la misma devoción y entrega. Que la paz y la gracia de Dios nos acompañen siempre, y que la intercesión de San Alejo sea nuestro escudo y fortaleza en la jornada de la vida.

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