Oración a San Simón para protección
En el sagrado umbral de la fe, nos postramos con humildad ante la presencia del Poderoso San Simón, invocando su divina intercesión. En este mundo lleno de desafíos y peligros, encontramos en él una fuente inagotable de luz y esperanza.
Confiamos plenamente en su poderosa benevolencia, depositando nuestra fe y confianza en sus milagrosas manos. Hoy, en este acto de devoción, nos unimos como hermanos y hermanas, compartiendo la convicción de que San Simón escucha nuestras súplicas y atiende nuestras necesidades.
Este camino de fe nos guía hacia la comprensión de nuestras faltas y pecados, y nos lleva a buscar el perdón y la gracia divina.
San Simón, reconozco que a lo largo de mi vida,
enfrento innumerables desafíos y peligros,
pero hoy, confío plenamente en la luz divina
que me ha sido otorgada.
Esta luz me protege, me envuelve con amor y paz,
y la acepto mediante la mediación de San Simón,
quien es una fuente inagotable de maravillosas bondades
y entiende mis sufrimientos.
Cada día, con fe y esperanza inquebrantables,
elevo mis súplicas ante San Simón,
buscando su alta protección y ofreciéndole
mi devoción completa.
Le ruego que escuche mis palabras y me asista
en estos momentos difíciles que atravieso.
Coloco en sus manos todos mis problemas y sufrimientos,
confiando en su poder maravilloso para encontrar
respuestas a mis plegarias.
Poderoso San Simón, te imploro que me protejas,
me guíes y me bendigas. Reconozco mis faltas y pecados
a lo largo de mi vida y, aunque quizás no merezca tus
favores santos, confío en tu misericordia.
Te pido que dirijas tu mirada compasiva hacia
esta humilde criatura que se rinde ante ti con el
corazón lleno de arrepentimiento y humildad.
Con fervor y entrega, te imploro que no desoigas
mis súplicas. Cada vez que invoco tu santo nombre,
deposito en tus manos todos mis sufrimientos y desafíos.
Tengo la firme creencia en tu inmenso poder,
el mismo poder que se ha manifestado a lo largo de la
historia a través de tus milagros.
Recordando aquel glorioso 28 de octubre, el día en que
hiciste tu aparición en tierras de Guatemala, te alabamos
con fervor y gratitud. Aquel día, tus devotos te aclamaron
con devoción, y hoy, aquí estamos, rindiéndonos ante ti
con humildad y el deseo sincero de obtener el perdón de
nuestros pecados y la bendición que concediste a Felipe,
aquel indígena agraciado por tu benevolencia.
Hermanos y hermanas, en unión de corazón, elevamos
nuestras voces en alabanza a Poderoso San Simón.
Él es la fuente inagotable de maravillosas bondades
y el conocedor de los sufrimientos que afligen a la
humanidad. Con fe y esperanza, buscamos su protección
santa, reconociendo nuestras faltas y pecados.
En este momento, nos arrepentimos y pedimos su mirada
compasiva sobre nuestras almas. Cada uno de nosotros
deposita en las manos de San Simón sus sufrimientos y
problemas, con la firme creencia de que su poder maravilloso
nos guiará hacia la solución, tanto en cuestiones materiales
como espirituales. Nos comprometemos a ser fieles devotos,
pues confiamos plenamente en su inmenso poder, que se ha
revelado a través de sus milagros a lo largo de la historia.
San Simón, escucha nuestras plegarias y concédenos tu
bendición. Te rogamos que, como has hecho en el pasado,
atiendas nuestras súplicas desde los montes del Sunil.
Confiamos en que, a través de tu gracia divina, nuestras
necesidades serán satisfechas.
La fe es un tesoro precioso que requiere esfuerzo constante
para mantenerla viva. Cada día es una batalla en la que
debemos luchar para fortalecer nuestra fe. Pero al confiar
en la poderosa intercesión de San Simón, encontramos la
fuerza y la guía necesarias para superar cualquier obstáculo
en nuestro camino espiritual. En su nombre, seguimos adelante,
seguros de que su amor y protección nos acompañan en cada
paso de nuestro viaje de fe. Amén.
En este camino de devoción, reafirmamos nuestra fe y reconocemos que, aunque somos imperfectos, San Simón nos muestra el camino hacia la misericordia y la redención. Su intercesión nos llena de esperanza y nos fortalece en los momentos de dificultad.
Encomendamos nuestros corazones y nuestras vidas a este protector divino, confiando en que nuestras súplicas serán escuchadas y que, a través de su poder, encontraremos respuestas a nuestras necesidades. En la unidad de nuestra fe, seguimos adelante con gratitud y amor hacia el Poderoso San Simón.
Que su luz siga iluminando nuestro camino y que su gracia divina nos acompañe en cada paso de nuestro viaje espiritual. Amén.
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