Oración a San Elías para el dinero
En momentos donde la bruma del día a día oscurece nuestra visión espiritual, resulta imperativo volver nuestra mirada hacia aquellos pilares que han sostenido a la humanidad a través de los tiempos. En la historia sagrada, encontramos figuras de gran devoción y entrega, quienes con su ejemplo nos invitan a renovar nuestra fe y confianza en el Creador.
San Elías, el profeta ilustre, se erige como uno de estos pilares, recordándonos la fuerza que proviene de una fe inquebrantable. Su historia, entrelazada con la de la Virgen María, es un faro luminoso en medio de la oscuridad, ofreciendo esperanza y guía a todos los que buscan un refugio divino.
Desde las alturas
del Monte Carmelo,
San Elías, con su mirada profética,
vislumbró a la Virgen
en la pequeña nube
que ascendía del mar.
Libre de amarguras,
ascendiendo la montaña santa
para derramar sobre
la tierra seca de Israel
una lluvia copiosa,
símbolo de las innumerables gracias
que la Virgen María derramaría
sobre el mundo con
su bendito escapulario.
Oh San Elías, que con
tu fe inquebrantable
previste para la viuda de Sarepta
durante tiempos de sequía y necesidad,
acude a nosotros
en momentos de escasez.Reconocemos que el dinero
y los bienes materiales
son herramientas terrenales,
pero necesarias para sostener
nuestras vidas y las de nuestras familias.
Te suplicamos que, con
tu intercesión, nos ayudes
a atraer la abundancia y la prosperidad,
no solo para nuestro bienestar personal,
sino también para poder ayudar
y compartir con aquellos
menos afortunados que nosotros.
Haznos conscientes, querido San Elías,
de que la verdadera riqueza
no reside en el oro o la plata,
sino en un corazón
lleno de amor y caridad.
No obstante, en nuestra jornada terrenal,
requerimos de los medios materiales
para avanzar.
Permítenos, por lo tanto,
recibir las bendiciones económicas
necesarias para llevar una vida digna,
libre de preocupaciones y carencias,
y capacítanos para ser administradores sabios
de lo que se nos confíe,
para que siempre actuemos con
generosidad, integridad y gratitud.
Oh San Elías, gran guía
de los mortales que buscan
un camino en este laberinto terrenal,
te suplicamos que, con tu poderosa intercesión,
nos ayudes a expulsar de nuestros hogares
y corazones a aquellos espíritus oscuros
que intentan alejarnos de la luz divina.
Del mismo modo que superaste
a los enemigos que intentaron
apagar tu ardiente fe,
te pedimos que nos otorgues
la fortaleza para enfrentar
y vencer a aquellos que desean dañarnos.
Préstamos la espada de tu valentía
y convicción para romper
las cadenas de maldad que intentan aprisionarnos.
En las horas más sombrías,
cuando nuestra fe se tambalea,
no nos abandones.
Sirve de faro en nuestra travesía
y bríndanos tu protección,
para que ningún enemigo o adversidad
pueda dañar nuestra esencia.
Con el fervor de quien ha caminado
por el desierto, alimentándose solo
de la palabra divina y de la Eucaristía,
guíanos en nuestro propio peregrinar.
Enséñanos a huir de las trampas
y tentaciones de este mundo
y a seguir con firmeza el camino trazado
por Dios.
Así, con la gracia de tu ejemplo,
esperamos algún día unir nuestras voces
a las tuyas, cantando eternamente
las alabanzas de Dios y de Su santísima Madre,
a quien tanto anhelamos ver y amar.
Oh profeta divino,
te suplicamos que intercedas
por nosotros ante el Altísimo,
para que, a través de tu mediación,
podamos ser siempre testigos
de Su amor inmutable y recibir Su protección
contra toda adversidad.Por Jesucristo, nuestro señor,
y por su madre, la Virgen María,
confiamos en que nuestras súplicas
serán escuchadas y que nos guiarás
por el camino de la salvación eterna.
Así sea. Amen.”
Con la bendición de San Elías y su ejemplar vida de fe, recordamos que no estamos solos en nuestro caminar espiritual. A través de los siglos, la providencia divina ha enviado guías y protectores, luz en momentos de sombra, para que nunca olvidemos el amor inmenso que Dios tiene para con cada uno de nosotros.
Que nuestras oraciones y plegarias, inspiradas por el testimonio de San Elías, nos acerquen cada día más al Creador y a su amor eterno. Que cada acción y cada palabra esté impregnada de esa fe que nos mueve, y que en todo momento, recordemos la promesa divina de protección, amor y gracia.
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