Oración a San Luis Beltrán para mal de ojo

Desde tiempos inmemoriales, la humanidad ha buscado en su fe y devoción el refugio y el amparo ante las adversidades de la vida. En momentos de oscuridad y tribulación, la figura de los santos ha servido como un faro de esperanza, brindando luz en la penumbra y fortaleza ante el desaliento. Y es en ese marco divino, que la figura de San Luis Beltrán se erige como un pilar de protección y consuelo.

Los santos, con sus vidas ejemplares y sus sacrificios, han dejado un legado espiritual que trasciende las épocas. Entre ellos, San Luis Beltrán ha sido particularmente invocado para protegernos contra el mal de ojo y las adversidades. Su influencia y poder no son sólo fruto de la tradición, sino también del amor y la fe de quienes, generación tras generación, han depositado en él sus esperanzas y súplicas.

En el siguiente acto de fe y devoción, encontraremos una oración poderosa, que se convierte en un vehículo para comunicar nuestros anhelos más profundos y nuestras necesidades más apremiantes. Mediante estas palabras, nos conectamos con lo divino, con el misterio y con el amor infinito de la Santísima Trinidad, buscando su intercesión y la de todos aquellos seres de luz que habitan en el reino celestial.

 

San Luis Beltrán, a través de los tiempos,
Y los ecos de las eras,
Tu nombre ha resonado,
Como un faro de esperanza,
Un refugio contra males.

 

Asedian a las almas,
De los fieles, los corazones,
Con humildad, te conjuro,
Y bendigo en el nombre más alto.

 

La Santísima Trinidad:
El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo,
Esa esencia verdadera y trina,
Armonía de tres personas divinas.

 

En este acto solemne,
Invoco la pureza de la Virgen María,
Nuestra amada Señora,
Sin la mancha del pecado original.

 

Ella, virgen eterna,
Quien llevó a nuestro Salvador,
Antes, durante y después,
Del divino y santo parto.

 

Memoria de Santa Gertrudis,
Tu esposa, distinguida y bendecida,
Con las once mil vírgenes,
Ecos de devoción nos guíen.

 

Señor San José, San Roque,
San Sebastián,
Todos los santos y santas,
Testigos de nuestra oración.

 

En contemplación, santísimos misterios,
Gloriosa encarnación, divino nacimiento,
Pasión redentora, esperanza en resurrección,
Ascensión, promesa de reino celestial.

 

Con fe, suplico a la majestad,
Intercesión de la Madre Santísima,
Liberar y sanar a la criatura,
De enfermedad, mal de ojo o dolor.

 

Amado Jesús, humanidad indigna,
Ante misterios tan sacrosantos,
Con fe y devoción, te suplicamos,
Sanar, liberar, ser misericordioso.

 

Actúa como escudo, previniendo daños,
Que al recibir tu sanación,
Podamos servir con gratitud,
Cumplir tu santísima voluntad.

 

Con el corazón en alto, proclamo:
En nombre de Jesucristo,
Nuestro Señor y Redentor,
Te juro, te bendigo.

Que Él te sane, te bendiga,
Su divina voluntad, siempre presente.

Esta oración, esencia y tradiciones,
Refugio contra maleficios, enfermedades,
San Luis Beltrán, te invocamos,
Tu protección y bendición, siempre con nosotros. Amén.

 

La fuerza de una oración reside no sólo en las palabras que la conforman, sino en la fe y la sinceridad con la que es pronunciada. La oración a San Luis Beltrán que hemos compartido, se convierte en un testimonio de nuestra búsqueda de protección y guía. Es una muestra palpable de nuestra confianza en que, aún en los momentos más oscuros, no estamos solos; contamos con el respaldo y el amor de entidades divinas.

Al finalizar este acto de devoción, llevemos en nuestros corazones la certeza de que nuestras súplicas han sido escuchadas. Confíemos en que, a través de la intercesión de San Luis Beltrán y la corte celestial, seremos fortalecidos, protegidos y bendecidos. Que las tribulaciones y los obstáculos de la vida, más que desafíos, se conviertan en oportunidades para demostrar y fortalecer nuestra fe.

Que la luz de la divinidad ilumine cada rincón de nuestra existencia, y que la protección de San Luis Beltrán nos acompañe en cada paso. Que cada palabra pronunciada en esta oración se transforme en un pacto de amor y compromiso con lo divino, reafirmando nuestra fe y nuestra devoción. Y así, con esperanza y gratitud, sigamos adelante en nuestro camino, bajo el amparo y la bendición de la gracia celestial.

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