Oración de San Juan Bosco a María Auxiliadora

El acto de elevar una oración, más allá de las palabras pronunciadas, es una conexión profunda con la divinidad. Es el puente que une nuestra alma con lo supremo, es ese diálogo silente donde derramamos nuestras inquietudes, esperanzas y agradecimientos.

María Auxiliadora ha sido, desde tiempos inmemorables, una figura icónica de refugio y protección para aquellos que buscan paz y guía. Ella no solo es la madre de Jesús, sino también una madre para todos nosotros, quienes buscamos en ella el consuelo y el amparo que sólo una madre celestial puede brindar. Al evocar su nombre, nos llenamos de fuerza y esperanza, reconociendo su rol invaluable en la historia de la salvación.

El poema que se presenta a continuación es un tributo a su grandeza y misericordia. Es un canto del alma, que busca en ella la luz y guía necesarias para atravesar los caminos tortuosos de la vida.

 

María Auxiliadora,
misteriosa y poderosa virgen,
resplandeciente defensora
de la iglesia y refugio fiel,
eres un imponente ejército,
preparado para batallar.
Con tu magnitud descomunal,
despedazas herejías y errores,
siendo columna y sostén,
en tribulaciones y ansiedades.

 

Madre amorosa y tan preciada,
depositaria de miedos y esperanzas,
escudo protector que resguarda,
el abrazo cálido en penumbra.
Te invocamos, Madre mía,
sabedores de tu fiel andar,
no dejas que adversidades pesen,
ni en el hogar falte el pan.

 

En tu inmaculado corazón brillante,
deposito mis sueños y temores,
confidente que sabe de mis noches,
los miedos que en silencio guardo.
Gracias por la bondad que emanas,
cuidas a mi familia con amor,
tenerla es un regalo y joya,
un privilegio que muchos anhelan.

 

Recurro a ti, Madre querida,
sabiendo que mis súplicas llegan,
cada petición llena de fe,
se transforma en ruego constante.
Confiando, espero tu intercesión,
que guíes cada paso que doy,
ilumines decisiones y rumbos,
otorgando sabiduría a mi corazón.

 

Como a San Juan Bosco amparaste,
sé fiel compañera de mi clan,
guía en cada reto y desafío,
conduciéndolos por sendero divino.
Nadie que te implora queda solo,
tu intercesión es luz y guía,
espero tus favores y bendiciones,
testimonio vivo de tu gracia infinita.

 

Reconociendo cada milagro que haces,
como San Juan Bosco quiero exaltar,
todo mérito y gracia es tuyo,
canal divino de maravillas sin par.
Mi fe en ti es inamovible,
y sé que con tu guía y amor,
seré testigo de esos actos,
que solo la fe puede avistar.

 

Con profundo respeto y fervor,
me encomiendo a ti, bendita María,
en momentos decisivos y al final,
estarás ahí, siendo faro y guía.
Ante el trono divino nos presentas,
acogiendo almas con dulzura,
María Auxiliadora, intercede,
fortalece nuestra fe y estampa.

 

Que podamos proclamar a viva voz:
“El que en ti confía, nunca queda atrás.
Si confío en ti, María sagrada,
veré lo que son los milagros en verdad.” Amén.

 

La fe es un regalo intangible, pero sus efectos en nuestras vidas son palpables y profundos. Al encomendar nuestro ser y caminar a María Auxiliadora, renovamos nuestra esperanza y fortalecemos nuestro espíritu. Su intercesión constante es un recordatorio de que no estamos solos en nuestras batallas y que, con la fe adecuada, todo obstáculo puede superarse.

El poema que has leído es un testimonio del amor y confianza que podemos depositar en ella. Su papel en la historia divina y en la vida de cada creyente es incuestionable. La certeza de su presencia y ayuda nos anima a seguir adelante, a enfrentar cada desafío con valor y a nunca perder de vista nuestra misión espiritual.

Que esta oración sirva de inspiración y aliento para todos aquellos que la lean, recordándoles que, con la intercesión y guía de María Auxiliadora, cualquier travesía, sin importar cuán ardua sea, puede ser atravesada con fe y esperanza.

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