Oración a San Francisco de Asís para niños

La vida espiritual, esa que nutre el alma y nos acerca a la divinidad, encuentra en las oraciones un puente de conexión y un diálogo directo con lo divino. A lo largo de los tiempos, los santos han sido faros de luz, ejemplos a seguir que han dejado legados imperecederos para todos aquellos que buscan fortalecer su fe.

Entre estos luminosos seres, destaca San Francisco de Asís. Su vida, dedicada al servicio, al amor por la naturaleza y a la pasión por Dios, nos sirve como inspiración. Su legado no es solo un ejemplo de humildad y devoción, sino también una invitación a vivir con el corazón abierto, dispuestos a ver la mano de Dios en cada rincón del mundo.

Al acercarnos a él mediante la oración, no solo buscamos su intercesión o guía, sino también anhelamos comprender y vivir esa pureza de corazón que le caracterizó. La siguiente oración es una forma de hacerlo, de conectar con esa esencia franciscana y de pedir su amparo en nuestro camino espiritual.

 

San Francisco de Asís, como niños que buscan,
guía en su camino,
confiamos en tu bondad,
para enseñarnos la senda
del amor sincero
y la verdad celestial.

 

San Francisco, que hallaste,
a Dios en cada alba,
en el trino de aves,
y risas de infantes,
ayúdanos a ver
la belleza que abraza.

 

En días soleados,
o bajo nubes grises,
enséñanos a valorar,
cada instante que vivimos,
a agradecer las bendiciones,
y amar sin cesar.

 

Pedimos por familias,
pilares que nos sostienen,
bendice a padres esforzados,
y madres llenas de amor.
A hermanos, compañeros de risas,
y también de desvelos.

 

Querido San Francisco,
guárdanos de errores,
que seamos siempre justos,
buenos en cada acción.
En hogares que habitamos,
que reine la comprensión.

 

Así como amaste
a cada ser pequeño,
que en la tierra se mueve,
enséñanos a respetar,
a cada vida, a cada sueño,
y a la creación entera.

 

En silencio hallaste
respuestas divinas,
en oración encontraste paz,
enséñanos a buscar a Dios,
en quietud, en melodías,
y en la calma celestial.

 

Cuando la duda nos asalte,
o el miedo nos embargue,
recuérdanos que no estamos solos,
ángeles nos cuidan,
Dios a nuestro lado,
su amor nunca nos falta.

 

En nuestra mesa compartida,
que haya siempre alegría,
bendición y gratitud,
unión de seres queridos,
y el amor que multiplica
cada gesto, cada actitud.

 

San Francisco, amado santo,
tú que entendiste el perdón,
enséñanos la clemencia,
a perdonar, a amar,
ser instrumentos de paz,
y portadores de esperanza.

 

Te pedimos que intercedas,
ante Jesús, la luz divina,
que nuestras súplicas y anhelos,
lleguen al firmamento.
Y que cada amanecer,
nos acerque al Padre Eterno.

 

Gracias, San Francisco querido,
por escuchar nuestro lamento,
en ti confiamos y esperamos,
sabiendo que tu guía
ilumina cada paso,
y nos conduce con acierto.

 

En el nombre del Padre,
del Hijo y Espíritu Santo,
con fe y devoción,
te lo pedimos, te imploramos,
Amén.

 

Al finalizar esta plegaria, es esencial reconocer el poder que tiene la fe en nuestras vidas. No solo como un acto de devoción, sino también como un instrumento que nos permite enfrentar los desafíos, encontrar consuelo y, sobre todo, conectarnos con un propósito más grande. San Francisco de Asís, con su vida, nos mostró que es posible vivir en armonía, tanto con la naturaleza como con nuestros semejantes.

El amor incondicional y la entrega desinteresada son enseñanzas que, a día de hoy, siguen siendo relevantes y necesarias. Cada vez que nos acercamos a él con una oración, reafirmamos nuestro compromiso de ser mejores personas, de llevar luz donde hay oscuridad y de sembrar esperanza donde quiera que vayamos.

Esperamos que, al repetir estas palabras y al interiorizar su mensaje, cada uno pueda sentir la presencia y el amor no solo de San Francisco, sino también del Creador eterno. Que esta oración no sea solo palabras, sino también una guía y un recordatorio de que estamos llamados a ser instrumentos de paz y amor en este mundo.

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