Oración a San Benito Abad por los hijos

En los tiempos donde la fe y la devoción parecen ser probadas en cada instante, recurrimos a las sagradas entidades que guían y protegen nuestro camino. San Benito, figura venerada y emblemática, representa no solo la devoción y el amor hacia el divino, sino también la fortaleza y guía que cada alma busca en momentos de incertidumbre.

Nos hallamos en un mundo en constante cambio, donde las verdades de ayer pueden no ser las mismas de mañana. Sin embargo, hay algo que permanece inmutable: nuestro deseo inherente de conexión espiritual y guía celestial. Es en estos momentos, cuando las palabras parecen insuficientes y los actos se quedan cortos, que dirigimos nuestras súplicas y oraciones hacia seres de luz como San Benito.

Los hijos, joyas divinas otorgadas por el Creador, merecen una protección y cuidado especial. Son ellos, con su inocencia y pureza, quienes heredarán este mundo y darán forma al futuro. Es por esto que, con un corazón lleno de amor y una mente llena de esperanza, nos dirigimos a esta oración, esperando que nuestras palabras encuentren eco en el vasto cielo y sean escuchadas por aquel que puede brindarles refugio.

 

San Benito, venerado guardián celestial,
y amado patrono, ante ti me postro.
Con alma impregnada de esperanza y devoción,
y manos en suprema humildad entrelazadas.

 

Desde mi ser profundo, a ti te imploro,
mira con compasión a mis hijos, tesoros divinos,
que el Señor bajo mi cuidado ha confiado.
En ellos, chispa divina y amor reflejado.

 

En tiempos de turbulencia y desvío,
donde la humanidad se ve atrapada y confundida,
protégelos de adversidades, de peligros y olvido,
pues el mundo y sus valores están en constante partida.

 

A medida que crezcan en este suelo,
que tu luz los guíe, oh San Benito bello.
Que sean virtuosos, humildes y llenos de amor,
sintiendo a Dios en cada paso, en cada temor.

 

En este vasto cosmos, nos sentimos pequeños,
pero sabemos que tú, guardián celestial, intercedes en sueños.
Sé escudo para mis hijos, de malos deseos y envidia,
y en sus caminos, que encuentren alegría y vida.

 

Mientras esta oración escribo, en mi pecho agradezco,
por ser madre/padre y por el divino obsequio.
Pero con el regalo, responsabilidad divina me toca,
ayúdame a guiarlos, a enseñarles, a amar su boca.

 

Con humildad y fe, a tu cuidado los encomiendo,
que tu gracia, San Benito, en sus vidas tenga rendimiento.
Que crezcan saludables, fuertes, amables e inteligentes,
y que sean, en este mundo, luminosos y resplandecientes.

 

A ti te doy gracias, por escuchar mi voz sincera,
y te imploro que, junto a Dios, les des protección verdadera.
Bendice a mis hijos, ahora y en la eternidad,
y que siempre estén en tu amor y en divina claridad. Amén.

 

Una vez elevada nuestra plegaria, confiamos en que las palabras pronunciadas, impregnadas de amor y fe, serán escuchadas. La esperanza, ese halo luminoso que nos mantiene firmes en la adversidad, nos permite creer que la protección solicitada será otorgada a nuestros hijos. Pero también sabemos que, más allá de la protección externa, es esencial cultivar en ellos una fortaleza interna, un vínculo indestructible con el Altísimo.

San Benito, en su sabiduría y bondad, es el fiel reflejo de ese compromiso divino con la humanidad. A través de su vida y sus enseñanzas, nos muestra el camino hacia una vida plena de significado y propósito. Por lo tanto, al concluir esta oración, no solo buscamos protección, sino también inspiración. Inspiración para ser mejores, para guiar con amor y para, en cada acto y decisión, reflejar la gracia del Señor.

En silencio, con el corazón agradecido y el espíritu en calma, nos retiramos de este acto de comunión con lo divino. Llevamos con nosotros no solo las palabras pronunciadas, sino también la certeza de que, en cada paso que demos, no estaremos solos. La fe, esa poderosa luz interior, será nuestra guía y nos recordará que, aún en los momentos más oscuros, siempre habrá una luz esperando iluminar nuestro camino.

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