Oración para bendecir la medalla de San Benito Abad

En el vasto mosaico de nuestra fe, existen símbolos y rituales que nos conectan profundamente con la divinidad. Estos actos y signos tangibles son la manifestación visible de una gracia invisible, el puente que nos lleva hacia lo trascendental. La oración, como el aire que respiramos, es vital para mantenernos conectados con el origen de toda vida y bendición.

Es por ello que, en momentos de reflexión y devoción, recurrimos a las plegarias que han sido transmitidas de generación en generación. Estas oraciones no solo expresan nuestras súplicas y deseos, sino que también reflejan la herencia espiritual que hemos recibido de aquellos que caminaron antes que nosotros en la senda de la fe.

 

Dios Padre, tú, que eres la fuente
de toda bendición,
te suplicamos que, a través
de la intercesión de San Benito,
tu fiel siervo y modelo de virtudes,
bendigas esta medalla que llevamos
con respeto y veneración.

 

Que esta medalla, que representa
la cruz de tu hijo Jesucristo
y el amor inquebrantable que nos ofreces,
sea una luz brillante en nuestra vida,
que aleje toda tentación diabólica,
toda asechanza del enemigo
y toda forma de mal.

 

Que, al usarla, estemos protegidos
contra los asaltos del maligno
y contra todo peligro que nos rodea
diariamente. Que su presencia
en nuestro ser nos permita experimentar
la salud del alma y del cuerpo,
recordándonos constantemente tu amor
y tu protección.

 

San Benito, vaso puro de la gracia
de Dios, heme aquí, implorando
tu poderosa intercesión. Ayúdanos
a vivir una vida que sea agradable
a los ojos de nuestro Padre celestial.
Protégenos de las vanidades del mundo,
de los malos deseos y de todas las formas
del mal. Ayúdanos a huir de todo lo que
no es del agrado de Dios, y a mantenernos
firmes en nuestra fe, evitando las ocasiones
de pecado. Tu, que fuiste un refugio
para los afligidos y un modelo de santidad,
inspíranos a imitarte en todas las cosas,
y guíanos en nuestro camino hacia la salvación.

 

Que la cruz santa sea siempre nuestra guía
y luz en el camino, y que el maligno nunca
nos desvíe de nuestra misión. Retrocede,
satanás, no nos persuadas con tus cosas vanas.
Lo que nos ofreces es inútil, y nosotros,
fortalecidos por la fe y el amor de Dios,
rechazamos tus engaños.

 

Padre eterno, en unión con tu divino hijo
Jesucristo y el Espíritu Santo, y a través
del inmaculado corazón de María, te suplicamos
que destruyas el poder de los espíritus malignos.
Arroja a esos espíritus al abismo más profundo
del infierno y que permanezcan allí por toda
la eternidad. Concédenos la bendición de vivir
bajo el reinado del corazón de Jesús y del
inmaculado corazón de María, y que con cada latido
de nuestro corazón y con cada suspiro, podamos
repetir esta oración con puro amor.

 

Señor, escucha nuestra súplica. Que, por medio
de esta oración y la intercesión de San Benito,
podamos presentarnos ante ti, santos e inmaculados,
y ser dignos de tu amor y protección eternos.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Así, al concluir esta oración, no terminamos un acto aislado, sino que damos un paso más en nuestra travesía espiritual. Cada palabra pronunciada, cada intención elevada, nos acerca más al propósito divino para nuestras vidas. Es una constante renovación de nuestra fe, una afirmación de nuestra dependencia y confianza en la providencia divina.

Que estas palabras no se desvanezcan con el viento, sino que permanezcan en el firmamento de nuestra conciencia, recordándonos siempre el amor y cuidado constante de Aquel que todo lo ve y todo lo sabe. Y al llevar en nuestro ser las bendiciones y protecciones invocadas, continuemos siendo luz en el mundo, reflejando la gracia que hemos recibido.

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