San Silvestre oración de protección

En tiempos ancestrales, donde la fe y la devoción tejían el manto que cubría cada alma, las oraciones eran el puente entre lo terrenal y lo divino. A través de palabras llenas de esperanza y fervor, las personas buscaban refugio en aquellos seres celestiales que, desde su morada sagrada, les otorgaban protección y bendiciones.

El monte de Montemayor ha sido, desde tiempos inmemoriales, un lugar de especial consagración. Aquí, la naturaleza y la divinidad convergen, creando un espacio donde cada ruego, cada petición, encuentra su camino hacia el cielo. Y entre los muchos protectores que se invocan, San Silvestre resplandece con una luz especial, convirtiéndose en un baluarte para todos aquellos que buscan su amparo.

Antes de sumergirnos en la oración profunda que sigue, es esencial entender la importancia de cada palabra pronunciada, de cada súplica hecha. La fe no es solo creer, sino también sentir, y al invocar a San Silvestre, estamos permitiendo que su guía y protección nos acompañe en cada paso de nuestra vida.

 

En el monte sagrado de Montemayor,
donde las oraciones resuenan en los vientos
y donde la divinidad se siente en cada hoja,
que cae, levanto mis súplicas
al bendito San Silvestre.
Este fiel servidor de Dios,
cuyo amor y guía ha fortalecido las almas,
es el protector celestial al que me encomiendo.

 

Esta noche y cada noche,
que la luz de la luna baña mi hogar,
y mi espíritu. San Silvestre, del monte mayor,
tu que has sido conquistador ante las fuerzas,
te imploro que bendigas y protejas mi refugio.
Conquista las sombras que intentan enturbiar,
la paz y serenidad de mi casa y su alrededor.

 

Que cada rincón esté resguardado
de brujas, hechiceros y todo traidor.
En cada vereda que transite,
ya sea en días soleados o en noches de silencio,
te ruego que alejes de mí a los hombres,
y mujeres de malvivir, a los chismosos,
y envidiosos, a los egoístas y traidores.

 

Santísimo San Silvestre, en compañía sagrada,
de San José, San Lucas y San Mateo,
junto con el divino Jesús,
te pido que sean los pilares que sostengan,
como los cuatro pilares que sostienen mi cama,
que estos sagrados seres sean el refugio,
donde mi espíritu encuentre consuelo.

 

Y cuando llegue el momento de descansar,
que el dulcísimo Jesús y su madre,
la Virgen María, sean el manto protector,
de mis sueños y alejen cualquier pesadilla.
Con el poder de la cruz y los clavos divinos,
me abrazo a tu protección, San Silvestre,
confiando en Dios y en su eterna madre.

 

Conjuro y alejo todo mal,
que busque dañar a mi familia y amigos.
Que tu intercesión nos libere de toda negatividad,
ya sea visible o invisible, en sombras o en luz.
No permitas que ningún enemigo pueda vencernos,
Mis caminos, querido San Silvestre, son tuyos,
que siempre estén claros y sin obstáculos.

 

Que cada paso esté lleno de felicidad,
y que cualquier adversidad sea una prueba.
Aleja de mí las enfermedades y peligros,
protege a los que amo, llénalos de bienestar.
Tu, venerado San Silvestre, guía de iglesias,
te suplico que me protejas de las injusticias,
que tu grandeza ilumine mi vida siempre.

 

Que tu gloria sea el canto eterno
que resuene en mi corazón con fervor.
Por todo esto, te agradezco inmensamente,
amado San Silvestre, por tu amparo y protección.
Por ser el baluarte en momentos de tempestad,
y el refugio donde encontramos paz en la vida.
Que tu bendición impulse mis días y fe.

 

Así, con corazón humilde y espíritu agradecido,
invoco tu presencia en cada rincón de mi ser.
A ti, San Silvestre, mi eterno protector,
ofrezco esta oración, esperando tu intercesión,
en cada desafío y en cada alegría.
En nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo,
Amén.

 

La oración, ese diálogo íntimo con lo divino, nos ha acompañado a lo largo de esta jornada espiritual. Cada palabra pronunciada, cada súplica hecha, ha fortalecido nuestra conexión con San Silvestre y todos los seres celestiales que nos rodean. El poder de la fe es inquebrantable y, cuando se profesa con el corazón, se convierte en la armadura que nos protege de las adversidades del mundo.

Al finalizar este momento de reflexión, es vital llevar con nosotros la esencia de lo aprendido y practicado. Que la guía de San Silvestre no termine al finalizar esta lectura, sino que nos acompañe en cada desafío y alegría. La oración no es un acto aislado, sino una práctica constante que refuerza nuestra relación con lo divino. Así, al enfrentar el mundo, lo hacemos con el respaldo y el amparo celestial de quienes nos cuidan desde lo alto.

Que la paz, la protección y la bendición de San Silvestre sean siempre con todos nosotros, y que nuestra fe siga siendo el faro que ilumina nuestra vida.

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