Oración al Santo Niño de Atocha para abrir caminos
Desde tiempos inmemoriales, el ser humano ha buscado conexión y guía en lo divino. En cada rincón de nuestra alma, yace un anhelo profundo de encontrar un propósito, una dirección, y sobre todo, un amor incondicional que sólo puede ser satisfecho a través de la relación con lo divino. En este espacio sagrado, nos reunimos con humildad, buscando encontrarnos con ese amor puro.
Al reflexionar sobre nuestra existencia y nuestras acciones, podemos encontrar significado y propósito a través de la fe y la devoción. La imagen del Santo Niño de Atocha ha sido, para muchos, un faro de esperanza y guía, recordándonos la pureza, la inocencia y el amor incondicional que Jesucristo, en su divina infancia, representa para toda la humanidad.
En la quietud de mi ser,
ante la majestuosidad divina,
levanto mis ojos
hacia la pequeña
pero gloriosa imagen.
Santo Niño de Atocha,
reflejo celestial
de nuestro Señor Jesucristo.
En Su divina infancia
encuentro humildad y poder.
Manifestación de amor
que a la tierra decidió descender,
otorgándonos milagros
y mostrando el camino del bien.
Oh divino Infante, a Ti,
puente entre tierra y estrella,
te rindo mi respeto, mi fe,
y mi devoción sincera.
Me postro ante Tu presencia,
reconociendo Tu grandeza divina.
Por Ti se abren caminos,
bendiciones y gracia fina.
Amado Niño de Atocha,
en la vastedad de Tu saber,
guíame por el sendero justo,
ayúdame siempre a entender.
Que en momentos oscuros,
Tu luz sea mi guía,
que en tiempos de duda,
Tu amor nunca desvía.
Te imploro y te pido,
mis pasos siempre iluminar,
que con tu amor y gracia,
pueda en el bien caminar.
Santo Niño, protector mío,
a Ti siempre te voy a alabar,
por ser mi guía y amigo,
y por nunca dejarme de amar.
Que en tiempos de tempestad,
sea Tu presencia mi consuelo,
y que en días de felicidad,
recuerde siempre mirar al cielo.
Porque sé que estás ahí,
velando por mí, día tras día,
y en cada paso que doy,
siento Tu amor y Tu energía.
Te doy gracias, Santo Niño,
por todo lo que me das,
por ser mi luz en el camino,
y por tu infinita paz.
Amén.
Habiendo dejado fluir nuestros sentimientos y pensamientos hacia el divino, podemos encontrar un refugio en medio de las tempestades de la vida. El amor y la guía de la divinidad no se limitan a momentos de oración, sino que nos acompañan en cada paso, en cada decisión, y en cada desafío que enfrentamos. Así, con gratitud en nuestros corazones, reconocemos la presencia divina que nos rodea.
Al regresar a nuestras rutinas diarias, llevamos con nosotros no sólo las palabras y sentimientos expresados, sino también el recordatorio constante del amor incondicional que nos ha sido ofrecido. Que cada día, al despertar, recordemos y vivamos con la certeza de que estamos, y siempre estaremos, bajo la amorosa mirada y protección del Divino.
Deja una respuesta