Oración al Santo Niño de Atocha para pedir un favor

A lo largo de la historia, el amor divino ha sido una fuente inagotable de inspiración y fortaleza para los creyentes. El poder de la fe trasciende fronteras y une a las almas en una comunión de esperanza y devoción.

El Santo Niño de Atocha representa una manifestación tangible de esa fe. Símbolo de protección y guía, nos recuerda la importancia de mantener viva la llama de nuestra creencia, incluso en los momentos más oscuros. Aquellos que se acercan con un corazón puro, encuentran en él consuelo y respuestas a sus súplicas.

El siguiente poema es un tributo, una ofrenda desde lo más profundo del alma. Es el grito silente de un fiel que, a través de las palabras, busca acercarse al divino y expresar su infinito agradecimiento.

 

Santo Niño de Atocha, eres testimonio viviente,
De la jornada divina,
Reflejo del amor encarnado,
En purísimas entrañas
De la Virgen María amada,
Desde Jerusalén sagrada.

 

Dulce y amabilísimo protector,
Mi fe en ti es inquebrantable,
En la quietud de mi ser
Te alabo y glorifico.
A ti recurro siempre,
En aflicción y desespero.

 

Cuando las cargas pesan,
Y el camino es oscuro y estrecho,
En tu poder y bondad confío,
Sabes que no me dejas solo,
En intercesión encuentro consuelo.

 

Mis palabras de alabanza
Se unen a coros celestiales,
Querubines y serafines,
Seres divinos, sabiduría eterna,
Que ensalzan tu nombre inmortal.

 

Hoy humildemente te imploro,
Que escuches mis ruegos fervientes,
Que tu mirada misericordiosa,
Me otorgue guía y fortaleza.
No permitas desolación,
Concede lo que con humildad pido.

 

Mi amor y devoción hacia ti,
Santo Niño, son inmensurables,
Quiero cantar tus alabanzas,
Reconozco tu poder divino,
Eres sanador, refugio y faro.

 

En comunión con los fieles,
Ofrezco plegarias divinas,
Padre nuestro en el cielo,
Y la salutación a María,
Y el Gloria, alabanza eterna.

 

Poderosísimo Santo Niño,
Con esperanza renovada,
Espero tu respuesta favorable,
Confiando en que guiarás mi alma,
Hasta la eterna gloria celestial. Amén.

 

Tras esta profunda reflexión y oración, podemos comprender aún más el valor inmenso de la fe. Es una fuerza que nos mueve, nos guía y nos brinda la esperanza necesaria para afrontar las adversidades de la vida.

La conexión establecida con el Santo Niño de Atocha nos invita a reafirmar nuestra creencia y a renovar nuestros votos de devoción. Es un recordatorio constante de que no estamos solos y de que siempre hay una luz divina dispuesta a iluminar nuestro camino.

Que cada palabra, cada pensamiento, y cada acción sirva como testimonio de nuestra entrega y confianza en el poder superior. Que la gracia y la misericordia divina continúen bendiciendo nuestras vidas, guiándonos hacia un futuro lleno de amor, paz y prosperidad.

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