Oración de San Agustín a Dios

En medio del bullicio del mundo moderno, muchos de nosotros sentimos una profunda necesidad de reconexión. Una necesidad que trasciende las preocupaciones diarias y se adentra en el anhelo del alma. Este anhelo no es otro que el llamado eterno de lo divino, un susurro en el viento que nos invita a buscar algo más grande que nosotros mismos.

La humanidad ha transitado por siglos en busca de significado y propósito. Pero es en la comunión con lo divino donde encontramos nuestra verdadera esencia. En el refugio de la fe, descubrimos la paz y el consuelo que tanto buscamos. La oración que sigue es un eco de ese anhelo, un canto del alma en busca de su creador.

 

Tú, Cristo Jesús,
eres nuestro Padre Santo
y Misericordioso,
el Rey Poderoso que rige
el universo con un amor incomparable.

 

Nos refugiamos bajo
la sombra de Tu protección,
reconociendo en Ti a nuestro
buen Pastor, el Maestro que guía
nuestras almas hacia pastos
de verdadera sabiduría y paz.

 

Eres la brújula que nos orienta,
nuestra guía hacia la eterna
patria celestial. En la oscuridad,
Tu luz brillante y dulce nos ilumina,
mostrándonos el camino recto hacia Ti.

 

Oh Cristo, en Tu humildad
encontramos una simplicidad
que une a las almas
en concordia y amor.
Nos defiendes y proteges con
un manto celestial, asegurando
nuestra heredad en Tu reino
y ofreciéndonos la salvación que ansiamos.

 

Cada día, nos preguntamos
cómo pudimos haber deseado algo
fuera de Tu amor, Señor.
¿Dónde estábamos cuando
no te teníamos en nuestro pensamiento?

 

Que todos nuestros anhelos
y deseos se enciendan con fervor hacia Ti.
Que aquellos que te buscan
se apresuren con pasión y determinación,
pues Tú eres el tesoro que todos deseamos encontrar.

 

Cualquiera que no te ame,
que no comprenda la profundidad de Tu amor,
está realmente perdido. Pero a aquellos corazones
buenos y puros que se deleitan en Ti,
los llamas a ser coherederos en Tu reino celestial.

 

Eres, Jesús, el dulce anhelo
que todos buscamos, la verdadera herencia
de nuestra alma. Que nuestros corazones
palpiten solo por Ti, y que el fuego
de Tu amor crezca en nosotros,
convirtiéndose en un incendio
que ilumine cada rincón de nuestra existencia.

 

Que ese fuego nos purifique,
y al final de nuestros días,
que podamos presentarnos ante Ti,
perfectamente preparados para unirnos
en Tu presencia eterna.

 

Señor, fuiste Tú quien instigó
en nosotros el deseo de encontrarte,
y nos has dado la perseverancia
para seguir en esa búsqueda.
Aunque a veces el cansancio
y la desesperanza intentan socavar nuestra fe,
confiamos en que no nos abandonarás.

 

Ayúdanos a buscarte con un ardor renovado,
y a avanzar en nuestro camino espiritual
con vigor y determinación.
Te rogamos, Señor, que abras nuestros oídos
para escuchar claramente Tu voz
y que nuestros ojos sean capaces de ver
Tus señales divinas.

 

Aleja de nosotros la ignorancia,
para que reconozcamos tus caminos
y seamos dignos de contemplar Tu rostro.
En esta jornada espiritual, guíanos hacia Ti,
para que al final de todo, seamos tuyos por completo.
Amén.

 

A través de estas palabras sagradas, nos hemos sumergido en el profundo océano de la fe y la devoción. Hemos elevado nuestros corazones y mentes hacia el cielo, buscando la luz divina en medio de las sombras de la vida cotidiana. La esencia de nuestra búsqueda es el anhelo de estar más cerca de nuestro Creador, de sentir Su presencia en cada momento y de ser guiados por Su infinita sabiduría.

Que esta oración sea un recordatorio constante de nuestra misión divina en la tierra. Mientras continuamos nuestro viaje, llevemos estas palabras en el corazón, siendo testimonios vivientes del poder transformador del amor divino. Y recordemos siempre que, a pesar de los desafíos y las tribulaciones, somos amados, guiados y protegidos por un Dios eterno que nunca nos abandona.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

¿Qué te pareció este artículo?

Subir