Oración a San Pantaleón para amansar

En el umbral de la fe, donde la luz divina guía nuestros pasos, nos encontramos ante la presencia de un santo guerrero, San Pantaleón, cuya devoción y poder trascienden la esfera terrenal. En este momento de incertidumbre y turbulencia, donde las almas se ven consumidas por la ira y la furia, invocamos su nombre con humildad y esperanza. Es en estos momentos de prueba que descubrimos la grandeza de la intercesión divina.

San Pantaleón se presenta como el faro de la redención y la sanación, una figura celestial cuyo origen en los cielos lo dota de una fortaleza inquebrantable. En su divina autoridad, se alza como el gladiador designado para derribar las columnas de odio y liberar a las almas esclavizadas por la ira. En esta introducción, nos adentramos en la maravillosa obra de San Pantaleón, buscando paz en medio de la tormenta, como la que promete la palabra de Dios.

La ira, esa emoción avasadora que oscurece el juicio y el discernimiento, puede atraparnos en su red destructiva. En estos momentos de desesperación, cuando nuestros corazones se sienten abrumados por la furia, volvemos nuestros ojos hacia el cielo en busca de auxilio. San Pantaleón, con su divino poder y compasión infinita, se convierte en nuestro refugio y guía en la búsqueda de la paz interior.

Oh, santo guerrero, intercede en esta hora,
Apacigua aguas turbulentas de la ira y rabia,
San Pantaleón, de la sanación portador,
Asísteme en esta tormenta, valorado seas.

 

Tu origen celestial te dota de poder,
Enfrentas tempestades del alma con firmeza,
Gladiador destinado a derribar odios,
Desde las alturas, penetras en mi ser.

 

Comprendes que anhelo paz y serenidad,
Profesa la palabra de Dios la prometida,
Que prevalezca el amor sobre la ira,
Eres la esperanza en momentos de prueba.

 

Intercede ante ángeles, Dios y santos,
Pide ayuda para esta súplica atendida,
Libera la bestia interior que agobia,
Suplica por el alma y arranca la maldad.

 

Declaro que este corazón será redimido,
Luz de la verdad y amor reemplazarán sombras,
Reconocerá artimañas del maligno,
Buscará ayuda en Dios, la fe restaurada.

 

Esta oración, propósito y esperanza cargada,
Salvar almas para el ejército celestial,
Que Dios escuche, envíe ángeles y santos,
Amén, oh, glorioso San Pantaleón.

 

Te imploro, trae paz a mente y corazón,
Sumido en ira, sin hallar la calma,
Aferro a tu promesa de no abandonar,
Haz sentir tu divina presencia, oh, santo.

 

Desciende como bálsamo sobre este ser,
Endurecido por la ira, alma tortuosa,
Despeja caminos de mente y alma,
La paz anhelada, que tu influencia guíe.

 

Suaviza rigidez, rompe cadenas de ira,
Claridad para el camino de Dios,
El amor como senda de verdadera felicidad,
Oh, santo guerrero, en tu compasión infinita.

 

Humildemente, presento mi petición,
Libérame de enojos y resentimientos,
Llena de calma y tranquilidad mi vida,
Misericordia y paz, siempre conmigo. Amén.



En el cierre de esta oración, elevamos nuestras plegarias a San Pantaleón, el santo guerrero cuya misión es traer la paz a los corazones atormentados. Con la convicción de que su intercesión divina no conoce límites, depositamos nuestra confianza en él para apaciguar las aguas turbulentas de la ira y la rabia que pueden consumirnos.

En el trayecto de esta oración, hemos invocado su nombre con fervor y humildad, reconociendo su papel como intermediario entre los cielos y la tierra. Su compasión infinita y su poder divino nos brindan esperanza en medio de la desesperación, y confiamos en que nuestras súplicas serán escuchadas.

Que la paz prevalezca sobre la ira, que el amor triunfe sobre el odio, y que nuestras almas sean liberadas de las cadenas que las atan. En esta conclusión, reafirmamos nuestra fe en San Pantaleón y en la promesa de que, con su ayuda, encontraremos la calma y la serenidad que anhelamos en el camino de la fe.

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