Oración a San Lázaro glorioso patrón de los pobres

En los tiempos más antiguos, la fe ha sido el refugio de millones, proporcionando consuelo en los momentos de desesperación y esperanza cuando todo parece perdido. La historia de San Lázaro, uno de los santos más venerados, resuena en los corazones de muchos, no sólo por el milagro de su resurrección, sino también por su inquebrantable devoción a Jesucristo.

Sus vivencias, que son testimonio de gracia divina y amor incondicional, nos inspiran a creer en el poder transformador de la fe. Su vida nos muestra cómo, incluso en los momentos más oscuros, la esperanza nunca se desvanece y la luz divina siempre encuentra su camino hacia nosotros.

 

Oh, glorioso San Lázaro,
bienaventurado patrón de los desfavorecidos,
fiel amigo y seguidor de Jesucristo,
que experimentaste la angustia del sufrimiento
y la alegría del milagroso retorno a la vida.

 

En ti, deposito mis esperanzas
y temores, pues has conocido
tanto el dolor profundo
como la dicha inigualable.
Tú que fuiste llamado del sepulcro,
por el dulce mandato de Jesús.

 

En los momentos de desesperanza
y tribulación, cuando los caminos parecen inciertos,
me refugio en tu poderosa intercesión,
conociendo las maravillas
que han brotado de tu mediación.

 

Tú, que con fe y humildad
has obtenido del Señor innumerables favores,
extiende sobre nosotros tu mano generosa
y lleva nuestras plegarias
ante el trono del Altísimo.

 

Pedimos con fervor y esperanza,
que alivies nuestras penas y miedos,
que guíes nuestros pasos y decisiones,
que nos muestres el camino de la fe
y la confianza en el Señor.

 

En ti, veo la fuerza del sacrificio,
la dedicación y la devoción inquebrantable,
el amor incondicional y la esperanza renovada.
Guía nuestros corazones hacia la luz,
y que tus bendiciones caigan sobre nosotros. Amén.

 

Con cada palabra pronunciada en oración, nos conectamos más profundamente con ese hilo divino que nos une a todos. Al invocar a San Lázaro, no sólo buscamos su intercesión, sino que también buscamos recordar y revivir esa conexión especial con el divino, entendiendo que la fe es un puente que nos acerca a Dios.

Que cada verso, cada súplica y cada agradecimiento nos acerque más al propósito divino en nuestras vidas. Al final de nuestro viaje, que podamos decir con certeza que hemos vivido con fe, esperanza y amor. Y en ese momento, como San Lázaro, podamos experimentar el abrazo eterno de la misericordia divina.

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