Oración a San Lázaro para curar enfermedades
En los anales del testimonio cristiano, hay nombres que se alzan con fervor y devoción, sirviendo de inspiración para innumerables almas a lo largo de las generaciones. Uno de estos nombres emblemáticos, que ha cruzado los límites temporales y geográficos, es el de San Lázaro.
Conocido no solo por ser un amigo cercano de Jesucristo, sino también por ser testigo de uno de los milagros más conmovedores de la Biblia: su propia resurrección. El acto divino de devolverle la vida a Lázaro es un fuerte recordatorio de la misericordia infinita de Dios y del poder renovador de la fe.
Este hombre, que una vez estuvo atrapado en las garras de la muerte y luego fue liberado por la palabra de Jesús, se ha convertido en un símbolo de esperanza y renovación para todos nosotros. Antes de sumergirnos en la profundidad de su oración, es esencial comprender el inmenso impacto que la vida y las enseñanzas de San Lázaro han tenido en el tejido del pensamiento y la fe cristiana.
San Lázaro, protector celestial,
Tu vida es testimonio puro y leal
De la gracia divina sin cesar,
Y del poder inquebrantable, sin parar.
Resucitado por la mano amante
De Jesucristo, tan resonante,
Conoces el milagroso poder vibrante
De la palabra del Señor, tan importante.
Por ello, las multitudes te buscan,
En refugio, protección y ayuda ansían hundirse
En tiempos de adversidad y marea brusca,
Tu nombre resplandece, sin extinguirse.
Como un faro de esperanza iluminado,
Recordándonos el amor divino, tan aclamado
Con capacidad para transformar y sanar lo dañado,
Nos elevas, con tu ejemplo alado.
En el sagrado manto de compasión
San Lázaro, refugio encuentran con pasión
Los afligidos, los desamparados, sin distorsión
Buscan en ti la divina solución.
Tu fuerza y valentía, ejemplo verdadero,
Incluso ante las tribulaciones de un sendero áspero,
Nos habla de resiliencia bajo el guía sincero,
Del poder divino, siempre certero.
Oh bendito San Lázaro, patrón fiel,
De los pobres, los enfermos, con tu papel,
Las narraciones de tus milagros, dan al pincel
Imágenes de bondad que al cielo se elevan con laurel.
A través de ti, Dios ha mostrado,
Su amor y compasión, sin ser opacado,
Fortaleciendo nuestra fe, siempre a tu lado,
En la bondad del universo, tan aclamado.
Hoy, venimos ante ti, San Lázaro amado,
Con corazones humildes, almas en anhelado
Ruego, buscamos tu intercesión, tu regazo alado,
Pedimos que alejes sombras, y todo mal que haya llegado.
Buscamos protección contra adversidades,
Contra males y sombras, sin ambigüedades,
En esta travesía llena de eventualidades,
Con tu guía, superaremos realidades.
Tu resurrección, un milagro y lección,
Símbolo eterno de esperanza y canción,
Nos recuerda que la luz del divino rincón,
Puede romper tinieblas y dar renovación.
Invocamos tu poder curativo sin fin,
Que fluye de Dios, en constante latir,
Pedimos toques nuestras vidas, en el divino jardín,
Liberándonos de dolencias, dándonos el camino a seguir.
San Lázaro, te rogamos nos brindes fortaleza,
Sabiduría y paz, en cada mesa,
Ayúdanos a aceptar la divina belleza,
Y su propósito, en naturaleza.
Que cada paso esté lleno de fe,
Esperanza, amor, con tu protección de jefe,
Siempre recordando tu ejemplo en el relieve,
De resiliencia, devoción, sin que nada nos aseste.
En nombre de Jesucristo, luz y guía,
Bajo tu protección, nuestra vida sería
Llena de bendiciones y alegría.
Ofrecemos esta oración, día tras día. Amén.
Al reflexionar sobre la vida y el legado de San Lázaro, no podemos evitar sentir un profundo sentido de gratitud y admiración. Su historia no es solo un testimonio de los milagros que puede obrar la fe inquebrantable, sino también un recordatorio de la constante presencia y amor de Dios en nuestras vidas.
Así, al hacer eco de estas oraciones y palabras, nos unimos en espíritu con generaciones de fieles que han buscado la intercesión y guía de San Lázaro. Su resiliencia y fe nos inspiran a mantenernos firmes ante las adversidades, confiando siempre en la providencia divina.
Que cada palabra de esta oración nos guíe hacia una relación más profunda y amorosa con el divino, y que, al igual que San Lázaro, podamos ser testigos de la gracia, el amor y la misericordia sin límites de Dios en nuestras propias vidas.
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