Oración a San Cipriano contra todo mal

En la luz divina de la fe y la esperanza, nos postramos ante la presencia celestial de San Cipriano. Este oráculo sagrado, tejido con versos y estrofas, se alza como una plegaria ferviente, un llamado a la protección y la redención. Bajo la mirada benevolente del santo patrón, dejamos que sus palabras inspiren nuestros corazones, como faros en la noche oscura de nuestras vidas.

San Cipriano, obispo y protector, nos guía a través de estos versos, revelando su poder y amor infinitos. En esta introducción, exploraremos la esencia de su influencia divina, buscando consuelo y amparo en su benevolencia. Cada palabra, un susurro de fe, cada verso, una promesa de salvación. Descendamos juntos al abrazo de su luz y poder.

Así, sumergidos en la devoción y la confianza, desvelamos el manto sagrado que cubre nuestras almas. Que esta oración, en la voz de San Cipriano, nos proteja de todo mal y nos lleve a la paz y la redención. Acompáñanos en este camino de fe mientras nos sumergimos en su bendición y amor eterno.

San Cipriano, eres la escalada al cielo, invocación,
prisiones no verán, fieles devotos.
Las tierras y tentaciones que el demonio
presenta ante ti, no menguan tus prodigios.

 

Libras de mala lengua y falsos testimonios,
en esta oración, prometiste liberación.
En la aflicción del parto terrestre y confuso,
invoco tu ayuda, calmas mi inquietud.

 

Tú amparas a todos, protector divino,
San Cipriano, en el nombre del Trino Divino,
por la fuerza de la Trinidad, Creador supremo.

 

Confío en desechar encantamientos sombríos,
brujerías, hechicerías, mal que acecha.
Que el poder del Creador, de San Cipriano,
del Redentor, junto al ángel guardián.

 

Que sean vencidos, derrotados, sus malas obras
revocadas y regresadas a su origen.
Que el Espíritu Santo y la sangre de Cristo
me ayuden, me guarden, junto a los que amo.

 

Que las armas de mis enemigos, hombres o mujeres,
sin distinción de raza o condición,
sean eliminadas, no lastimen ni a mí ni a los míos.
Que sus ojos no me vean, lenguas no ofendan.

 

Ni diablos ni diablas, brujos o brujas,
polvos oscuros, velas funestas, tabacos impíos,
figuras de tela, cintas, fotos, hechizos con velas,
objetos familiares, partes de mi ser.

 

sean reventados antes de llegar a mi hogar,
al de mi familia, protege nuestro refugio.
Si somos perseguidos, que los pasos de los malvados
queden clavados con clavos y crucetas.

 

Que cárceles, calabozos, candados, cadenas,
no atan nuestros cuerpos a altares de brujería.
Revienten como rayos cuando Jesús expiró
en la cruz redentora, sagrada, poderosa.

 

Que mi cuerpo y el de mi familia
estén cubiertos por el manto de la Verónica,
para luego ver la redención del mundo.
Amén, amén, amén, al Creador eterno.

 

San Cipriano, protector y poderoso,
en este momento, tu presencia anhelo.
Necesito sentirme mejor, sin el mal acechante,
gracias doy, siempre has estado a mi lado.

 

Escucha mi súplica, aleja a quienes dañan,
protege mi integridad, física y espiritual.
Confiando en tu divina intervención,
sé que preparas un destino mejor.

 

Declaro que el mal carece de poder en tu presencia,
solo Dios, todo lo ve, todo lo puede, conoce la verdad.
En tus manos, mis preocupaciones deposito,
aleja a mis enemigos, cuida mis amigos.

 

Tú, que todo ves, en corazones miras,
conviérteles en seres mejores, oh San Cipriano.
Gracias por entender la paz que anhela mi corazón,
en cada instante del día, escuchas mis ruegos.

 

Amén, glorioso San Cipriano, mi fortaleza.
Defensor contra maleficios, espíritus malignos,
serpientes venenosas, hechizos siniestros.
Defiéndeme, líbrame, protégeme del mal.

 

Bendito San Cipriano, a ti clamo y suplico,
libra de daños conocidos y desconocidos.
Preserva de peligros cercanos y lejanos,
de encantamientos, malas palabras, conjuros.

 

Líbrame de envidias, mal de ojo, traiciones,
magia negra que pueda dañar o lastimar.
Tu amparo imploro, desarma a mis enemigos,
carnales o desencarnados, me salva en persecución.

 

Intercede ante Dios, contra maleficios e influjos,
para que ninguno dañe, oh San Cipriano.
Te llamo, te imploro, con fervor te suplico,
ayúdame en las batallas por las que paso.

 

Que siempre esté libre de malas influencias,
deseos oscuros, odios, celos y rencores.
Que tu santa protección me acompañe, me defienda,
tu patrocinio me recuerde en la adversidad.

 

San Cipriano, dame tu bendición, tu favor,
encamino mis pasos, guía mis caminos.
Que encuentre remedio en las pruebas que enfrento,
en lo que me aflige, causa amargura, anhelo lograr.

 

Concédeme, poderoso San Cipriano, tu mediación,
corta y elimina el mal a mi alrededor.
Para avanzar sin obstáculos, alcanzar la paz,
en mi hogar, en mi vida, por siempre, oh Señor.

 

Alabamos al Altísimo, lleno de paz y amor,
en medio de tribulaciones, confiamos en Él.
Un día, en el Reino de los Cielos, nos encontraremos,
amén, con fe te invocamos, San Cipriano. Amén.

 

En la quietud de nuestros corazones, encontramos la conclusión de esta oración. Con gratitud y reverencia, elevamos nuestras almas hacia San Cipriano, reconociendo su papel fundamental en nuestras vidas. En cada verso, en cada palabra, hemos hallado refugio y esperanza en su amparo celestial.

En estos versos, hemos invocado su protección contra el mal y las tinieblas. Confiamos en que sus bendiciones nos resguarden, que sus promesas sean cumplidas y que su luz nos ilumine en cada paso de nuestro camino. La fe nos sostiene, y San Cipriano, el patrón fiel, permanece como un faro en nuestras vidas.

En la conclusión de esta oración, afirmamos nuestra creencia en su poder, nuestra devoción hacia su guía. Que su influencia nos acompañe, nos defienda y nos redima en cada jornada. Amén, amén, amén, glorioso San Cipriano, por siempre serás nuestro amparo, nuestro refugio y nuestra esperanza.

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